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1. El arte, como proceso espiritual, como actuación, consiste en desprender de la realidad una apariencia orientada por la brújula del sentido estético, no de otro modo que la máquina del fotógrafo desprende una apariencia exactísima, y, sin embargo, independiente, de los obgetos colocados en su campo. El toque del arte consiste en herir a la Naturaleza en su talón de Aquiles, en ese punto vulnerable, sensible, cuyo contacto -así también en la mujer; así en la caja de caudales- basta a lograr la apertura de su entraña estética. (Francisco Ayala: Interpretaciones)   
2. Estos labriegos secos, de faces polvorientas, cetrinas, no contemplan el mar; ven la llanada de las mieses, miran sin verla la largura monótona de los surcos en los bancales. Estas viegecitas de luto, con sus manos pajizas, sarmentosas, no encienden cuando llega el crepúsculo una luz ante la imagen de una Virgen que vela por los que salen en las barcas; van por las callejas pinas y tortuosas a las novenas, miran al cielo en los días borrascosos y piden, juntando sus manos, no que se aplaquen las olas, sino que las nubes no despidan granizos asoladores.(Azorín: Castilla)   
3. Quien, lijero de bolsa, de genio naciente, no haya palpitado con vehemencia al presentarse ante un maestro siempre carecerá de una cuerda en el corazón, de un toque indefinible en el pincel, de sentimiento en la obra, de verdadera expresión poética. Aquellos fanfarrones que, pagados de sí mismos, creen demasiado pronto en el porvenir, no son gentes de talento sino para los necios. (Honoré de Balzac: Gillete (fragmento), de La obra maestra desconocida)   
4. Para llegar a Región hay que atravesar un elevado desierto y el viagero en un momento u otro conocerá el desaliento al sentir que cada paso hacia adelante no hace sino alejarlo un poco más de aquellas desconocidas montañas. Y un día tendrá que abandonar el propósito y demorar aquella remota decisión de escalar su cima más alta...o bien -tranquilo, sin desesperación, invadido de una suerte de indiferencia que no deja lugar a los reproches- dejará transcurrir su último atardecer, tumbado en la arena de cara al crepúsculo, contemplando cómo en el cielo desnudo esos hermosos, extraños y negros pájaros que han de acabar con él, evolucionan en altos círculos. (Juan Benet: Volverás a región)   
5. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguage o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. (José Luis Borges: El hacedor)   
6. Ya sé que no valgo nada. ¡Figúrate! Un pobre profesor sin cátedra ni recursos; uno más del infinito egército de licenciados en Filosofía que no tienen donde caerse muertos. (El estudiante tronado), como dice don Dimas. Se me ha ido pasando la vida y carezco de hogar. Con las pocas pesetillas de la tierruca que tengo en mi pueblo y lo que saco de las clases, apenas puedo vivir. . (Antonio Buero Vallejo: Irene o el tesoro)   
7. Llegar a lo más alto era un triunfo voluptuoso para De Pas. Ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos como si fueran juguetes, imaginarse a los hombres como infusorios, ver pasar un águila o un milano, según los parages, debajo de sus ojos, enseñándole el dorso dorado por el sol, mirar las nubes desde arriba, eran intensos placeres de su espíritu altanero que De Pas se procuraba siempre que podía. (Clarín: La Regenta)   
8. La llama tembladora del fósforo quema los dedos cómplices sin que el viajero artista deje de ver y de admirar: la tez morena clara, de suavísimo color; puras las facciones y graciosas; párpados grandes y tersos, orla riza y doble de pestañas que acentúan con apacible sombra el romántico livor de las ojeras; mejillas carnosas y rosadas; correcta la nariz, encendida la boca, y en las sienes un oleage de cabellos negros desprendidos del peinado, que caen sobre las cejas y nimban la cara como una fuerte corona... (Rosa Espina: La esfinge maragata)   
9. Emperador del panzudo, inmóvil ejército de las botas, Gran Lama en el espirituoso Tíbet del vino y los licores, la materia y el ser del viejo conocedor hacía tiempo ya que no pertenecían de lleno al mundo de los hombres: ochenta años de bodega y más de cien kilos o litros en una estatura no muy alta, pueden mucho. Demasiado. Sin duda, la añeja afirmación de que el oficio destiñe sobre la persona que lo egecuta, se había quedado corta para Matías, que no le parecía ya a muchos un personaje de las bodegas, sino como un fragmento material de ellas.(Fernando Quiñones: Muerte de un semidios)   
10. Ya conoces a las termitas, esas hormigas blancas que en África levantan impresionantes hormigueros de varios metros de alto y duros como la piedra. Dado que el cuerpo de las termitas es blando, por carecer de la coraza quitinosa que proteje a otros insectos, el hormiguero les sirve de caparazón colectivo contra ciertas hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. (Fernando Sabater: Ética para Amador)   
Calificación: puntos.   

Juan Antonio Marín Candón - Morón de la Frontera (Sevilla) | Consultas sobre esta página
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