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1. El marqués no estaba en forma; sus resoplidos recordaban los de un fuelle roto, y bajo el peto se veía la camisa enpapada en sudor. Sin duda expiaba así algún exceso nocturno de la víspera, pero Jaime Astarloa se abstuvo, según su costumbre, de hacer comentarios inoportunos. La vida privada de sus clientes no era asunto suyo. Se limitó a parar en tercia una pésima estocada que habría hecho ruborizar a un aprendiz, y se tiró luego a fondo. (Arturo Pérez Reverte: El maestro de esgrima)   
2. ¿Y por qué había de saltar de improviso el evento impensado? Trabajemos día tras día ¿Dónde está nuestro Leteo? En el afán diario. O acaso, a través de la obra hacemos ese dolor más delicado. ¡Cincuenta años escribiendo... Desde los tres quinquenios con la pluma en la mano. Ínpetu, fervor, perseverancia, entusiasmo... Ha pasado mucho tiempo y los años cargan sobre mis hombros... Todo lo que asciende, desciende... Cuando podemos ya esperar, habiendo visto correr tanto tiempo lo ciframos en la obra cumplida.(Azorín: El escritor)   
3. Era, en general, toda la gente que allí habitaba gente descentrada, que vivía en el continuo aplanamiento producido por la eterna o irremediable miseria; muchos cambiaban de oficio, como un reptil de piel; otros no lo tenían; algunos peones de carpintero, de albañil, a consecuencia de su falta de iniciativa, de comprensión y de habilidad, no podían pasar de peones, había también gitanos, esquiladores de mulas y de perros, y no faltaban cargadores, barberos ambulantes y saltinbanquis. (Pío Baroja: La busca)   
4. Transcurría algún tiempo, venía la reacción, y entonces días enteros, desde que amanecía hasta que anochecía, se los pasaba tumbado sobre un canapé, immóvil y sin articular palabra. Sus ojos tomaban una expresión tan vaga y soñadora, que cualquiera le hubiera tomado por un imbécil o por un loco si su sobriedad característica y la perfecta moralidad de su vida no hubieran sido una constante protesta semejante suposición. (Arthur Conan Doyle: Estudio en escarlata)   
5. En aquella soledad Honorio siente la posesión de una fría pavura... ¿Cuándo? Es en una hora inmemorial, grano escapado quizás del reloj del tiempo. La luz que alumbra no es la del sol; es como la enfermiza y fosforescente claridad de espectrales astros. Honorio siente el influjo de un momento fatal, y sabe que en esa hora incomprensible todo está emvuelto en la dolorosa bruma de una universal angustia. (Rubén Darío: La pesadilla de Honorio)   
6. Habían sorteado juntos las incomprensiones cotidianas, los odios instantáneos, las porquerías reciprocas y los fabulosos relánpagos de gloria de la complicidad conyugal. Fue la época en que se amaron mejor, sin prisa y sin excesos, y ambos fueron mas conscientes y agradecidos de sus victorias inverosímiles contra la adversidad. La vida había de depararles todavía otras pruebas mortales, por supuesto, pero ya no importaba: estaban en la otra orilla. (García Márquez: El amor en los tiempos de cólera)   
7. Las cumbres de Sagrado eran hermosas, de un azul profundo, terrible, ciego. El sol, alto y redondo, como una pupila impertérrita, reinaba ahí. En la neblina del amanecer, cuando aún no se oía el zumbido de las moscas ni crujido alguno, Lope solía despertar, con la techunbre de barro encima de los ojos. (Ana María Matute: Pecado de omisión)   
8. Encendió la fila de bombillas que emmarcaba el espejo y se miró. Siempre la misma palidez y la sombra azulosa rubricando los ojos. Aunque tal vez fuera efecto de la luz artificial, tal vez bajo una violenta luz solar no tuviera ese aspecto lánguido y morboso. La gente decía que era hermosa, o al menos alguna gente aún lo decía, y ella se lo había creído mucho tiempo atrás, en otra vida. (Rosa Montero: El corazón del tártaro)   
9. Tenía una sumaria dignidad vertical. Más tarde me di cuenta de que yo siempre había notado en él esa cualidad inimitable de quienes viven, aunque no lo sepan, con arreglo a un destino que probablemente les fue fijado en la adolescencia. Después de los treinta años, cuando todo el mundo claudica hacia una decadencia más imnoble que la vejez, ellos se afianzan en una extraña juventud a la vez enconada y serena, en una especie de tranquilo y receloso coraje. (Antonio Muñoz Molina: Un invierno en Lisboa)   
10. Recórrense a las veces leguas y más leguas desiertas, sin divisar apenas más que la llanura inacabable donde verdea el trigo o amarillea el rastrojo, alguna procesión monótona y grave de pardas encinas, de verde severo y peremne, que pasan lentamente espaciadas, o de tristes pinos que levantan sus cabezas uniformes. De cuando en cuando, a la orilla de algún pobre regato medio seco o de un río claro, unos pocos álamos, que en la soledad infinita adquieren vida intensa y profunda. (Miguel de Unamuno: En torno al casticismo)   
Calificación: puntos.   

Juan Antonio Marín Candón - Morón de la Frontera (Sevilla) | Consultas sobre esta página
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