Anduvo el hermano unos pocos pasos guiados por aquel soniquete cuando vio algo así como un bulto de ropa que se movía. Se acercó; de allí salían los ruidillos, que no eran otros que los producidos por el llanto de un niño recién nacido que alguien había abandonado hacía unas horas. Recogió el buen hermano a la criatura y se la entró con él al convento. |